miércoles, 29 de diciembre de 2010

PENSAMIENTOS PARA ORIENTAR TU VIDA EN EL AÑO 2011

(Del libro: SE AMIGO DE TI MISMO")

- Nadie es dueño de tu felicidad: eres tú mismo quien la debe construir. No esperes la oportunidad. Tú debes buscarla. Cada problema va acompañado de su solución.
- El único rival que tienes por delante eres tú mismo con tus propias debilidades e incoherencias. Sin embargo, eres un ser libre y la razón de tu vida es tu propia autorrealización. Pero no coloques tu ideal demasiado alto. El verdadero ideal no está en ser perfecto, sino en ser un poco mejor cada día.
- Tú eres el reflejo de tus propios pensamientos. Deja de pensar mal de ti y aprende a ser el mejor amigo de ti mismo. Aprende a sumergirte en tu interior: hay “otro/a” dentro de ti que te espera. Sonríe siempre y no esperes que el triunfo va a llegar sin esfuerzo de tu parte.
- Cree en ti mismo. Abraza tu singularidad, sin desmerecer la fe en los demás. No mires demasiado a los otros, ni te compares con ellos. Tú, eres tú. La razón de tu vida eres tú mismo y tu paz interior será fruto de tu propia valorización
- No trates de cambiar a nadie: cada uno es responsable de su propio cambio. Critica menos y no olvides de agradecer a Dios y a los tuyos por el cariño que te dan.
- No naufragues en el remolino de la publicidad. Huye del consumismo y no olvides que el más feliz no es el que más tiene sino el que menos necesita.
- Aprende a perdonarte a ti mismo y a reconciliarte con tus propias debilidades. Revitaliza cada día tu solidaridad y tu compasión, sin olvidar que estás llamado a transformar el mundo comenzando por transformarte a ti mismo.
- No discrimines ni juzgues a los demás, ni exijas que hagan lo que tú no has podido lograr. Ponte en su lugar y comenzarás a ser más tolerante. Cierra brevemente lo ojos, reflexiona un poco y empezarás a ver mejor.





jueves, 9 de diciembre de 2010

LA POLITICA Y LA IGLESIA


P.GREGORIO IRIARTE, OMI.


Para tener una idea clara de lo que se entiende por “política” conviene distinguir en ella tres distintos niveles:

a) “Lo político” abarca todo lo que se refiere a la vida de la sociedad, ya sea de carácter económico, social o religioso, tanto en lo personal como en lo colectivo. En el área de “lo político” podemos percibir que están presentes dos peligros: 1) el absolutizar los propios criterios u opiniones pretendiendo querer imponerlos a toda la sociedad y 2) el a-politicismo ingenuo que no llega a percibir la importancia de la dimensión globalizadora de lo político, cayendo en una total prescindencia personal de todo compromiso. El pedir y exigir que la Iglesia se dedique únicamente “a rezar” es caer en esa visión falsa e inoperante del “a-politicismo”. Ella surge de la idea errónea de que sólo los gobernantes y los dueños de importantes cuotas de poder tienen un pensamiento y unas capacidades apropiadas para encontrar soluciones al complejo fenómeno de “lo político.”

b) “La política, por el contrario, concierne a los partidos y a los gobiernos, mediante la conquista del poder y el ejercicio de ese mismo poder en bien de toda la sociedad. La forma más específica de acción política es la de los partidos. La política siempre está expuesta a caer en el maquiavelismo, que busca aumentar permanentemente las cuotas de poder, tratando de manejar y dominar las instancias más importantes del país.

c) “La politiquería” es la corrupción de la acción política cuando ésta se convierte en provecho exclusivo de las ambiciones particulares

La Iglesia tiene una dimensión vital en toda la existencia humana.
En el área de lo social es necesario que la Iglesia tenga una clara visión de los distintos planteamientos políticos para poder confrontarlos con los criterios del evangelio. Es su deber estar presente en el mundo para defender la paz y la justicia social a favor, sobre todo, de los más pobres. La Iglesia tiene una valoración positiva de lo político en general, así como del deber social de todas las personas. Los valores del evangelio son el mejor antídoto para no caer ni en la en la politiquería, ni en la corrupción, ni en el sectarismo o en el autoritarismo.

La Iglesia no puede identificarse con un partido político o con un gobierno en particular pero puede y debe poner en juego su autoridad e influencia cuando se trata de defender los derechos fundamentales de la ciudadanía y sus instituciones. En todo caso esta presencia de la Iglesia en nuestra sociedad debe estar animada siempre por una estrategia de diálogo permanente, buscando, en lo posible, el mayor bienestar para todo el pueblo.

viernes, 3 de diciembre de 2010

DECALOGO BOLIVIANO

Víctor Codina sj

0-No voy a hacer una análisis económico, social y político sobre la situación del país (capitalidad de Sucre, inflación, resultados del referéndum, nacionalizaciones, polarización…), por más que sea necesario hacer este análisis. Tampoco voy a emitir juicios éticos sobre la coyuntura sino que voy a limitarme a dar algunos principios teológico-espirituales que ayuden al discernimiento que como Iglesia todos hemos de hacer, no sólo la jerarquía. Cada cual ha de hacer un discernimiento de forma personal, aunque también es conveniente hacerlo comunitariamente. Como dice GS también como cristianos hemos de respetar la legítima pluralidad de opiniones discrepantes en cuestiones temporales (GS 75), tanto más cuando se trata de un proceso histórico complejo y en continua evolución, que divide a la sociedad y a la misma Iglesia.

1-Pasar de la fenomenología de los acontecimientos (sociológicos, políticos…) y las anécdotas diarias de los MCS a una mirada de fe ante el Misterio de Dios presente en la historia. No basta un análisis económico, social o político del proceso de cambio que vive Bolivia, es necesaria una visión evangélica sobre la realidad, una mirada profética sobre la historia, como la de profetas de Israel, como la de Jesús y como la de los profetas y profetisas de la historia de la Iglesia.

2-Hay que creer que el Espíritu del Señor resucitado es el que guía no sólo a las personas y a la Iglesia sino la historia y la conduce a la escatología, al Reino pleno, preparando el Segundo advenimiento del Señor: los signos de los tiempos son señales de esta presencia del Señor en la historia, son un kairós, un tiempo oportuno.

3- Los signos de la presencia del Espíritu son los mismos que los de la primera venida de Jesús de Nazaret: un Reino donde haya prioridad para los pobres y pequeños, solidaridad, justicia, fraternidad, salud, respeto a las personas y a la naturaleza, amor, compasión, perdón para los pecadores, fe y confianza en el Padre que nos perdona, tolerancia, reconciliación, no violencia, no pretender el poder personal sino el servir, vida plena que desemboca en la comunión trinitaria. El Primer advenimiento del Señor es el criterio conocer si lo que sucede en la historia es signo del Reino y prepara el Segundo advenimiento, la tierra nueva y el cielo nuevo. .

4- Jesús no sólo anunció el Reino sino que denunció proféticamente el pecado (de escribas, fariseos, herodianos, sacerdotes, poderosos), por esto fue conflictivo, se enfrentó a la Teocracia judía y al Imperio y acabó en la cruz; toda presencia germinal del Reino en la historia es también conflictiva, pues hay quienes quieren mantener el “sistema”, vivir según “el mundo”, mientras que el Reino de Dios busca otro mundo diferente y alternativo al “mundo”, al “sistema”. El Reino siempre pasa por la cruz, para llegar a la Pascua. No deben extrañarnos los conflictos.

5-Pero además, a diferencia de la encarnación del Hijo en Jesús de Nazaret que fue transparente y sin pecado (y pesar de ello Jesús no fue aceptado por muchos), el Espíritu no se encarna en nadie sino que mueve a grupos y personas desde dentro, pero esta acción del Espíritu se mezcla con errores y pecados de las personas y grupos. La historia del pasado y del presente nos lo enseña, el Espíritu se hace presente ordinariamente en medio de ambigüedades y opacidades.

6-De ahí la necesidad que tiene la comunidad eclesial de discernir continuamente los acontecimientos y procesos históricos (no sólo los procesos personales o eclesiales) para saber:
1º si su dinamismo, a pesar de errores y ambigüedades, se orienta hacia el Reino (a la vida de las mayorías empobrecidas, a la justicia), si produce los frutos del Reino, o si se orienta a fortalecer el “sistema”, el “mundo”, los privilegios de las minorías excluyentes, es Anti-Reino. 2º además, como el fin no justifica los medios, hemos de examinar si los medios para realizar su objetivo son correctos desde el punto de vista humano, técnico, económico (¿son aptos, adecuados, prudentes, consiguen mejorar la vida del pueblo…?) y desde el punto de vista evangélico (¿se respetan los derechos humanos, la libertad, son violentos, son corruptos, abusivos?..).

En resumen hay que discernir si un proceso, concretamente este proceso de cambio que vive Bolivia, en su orientación y en su realización, está en la dirección correcta a pesar de sus muchos errores, o si es algo, que a pesar de algunos aciertos, no está en la dirección correcta; expresándolo con parábolas evangélicas preguntarnos si es trigo mezclado con cizaña, o es un árbol malo que da frutos malos

7-Para que la Iglesia en su conjunto, tanto jerarquía como fieles, pueda hacer un discernimiento evangélico y real, tiene que tener una actitud desapasionada (ojo sano, pureza de corazón, indiferencia, sin afectos desordenados) y analizar objetivamente por si misma la situación (no fiarse de los MCS: Evo Mesías /Anticristo, Bolivia: Suiza/Cuba, guerra civil…). Además para poder tener una mirada profética sobre la realidad tiene que tener una sintonía evangélica, una connaturalidad con Jesús y los valores evangélicos, porque no hay profecía sin mística.

8. Pero para que este discernimiento sea realmente evangélico hay que estar cerca del pueblo: la buena nueva es siempre alegría para los pobres (pastores de Belén) y cuestionamiento para los poderosos (Herodes y su corte). Hay que consultar a las CEBs, a gente de los barrios periféricos de la ciudad, a sectores populares campesinos, a mujeres cristianas del pueblo, a mineros y trabajadores… A los sencillos y pequeños han sido revelados los misterios del Reino. Dime con quien andas y te diré cómo piensas…

9-La Iglesia en su conjunto no puede permanecer neutral e indiferente ante los conflictos, ni invocar a un pacifismo ambiguo, que quiere estar bien con todos, como si los valores del Reino fuesen iguales a los del Anti-reino; mucho menos debe apoyar valores anti-evangélicos, cosa que escandaliza al pueblo pobre y sencillo. Yahvé no fue neutral en el Éxodo, ni tampoco Jesús en su tiempo. La Iglesia como comunidad y en concreto la jerarquía, ha de hacer un discernimiento evangélico y ser consecuente.

10.- En síntesis, hay que preguntarse si el actual proceso en su conjunto es abortivo, lleva a la muerte y al caos, es un retroceso en la línea del Reino, o bien es un parto doloroso que, en medio del dolor, gesta algo nuevo en la línea del Reino, de la escatología y del Segundo advenimiento del Señor, fruto del Espíritu que es Señor y dador de vida. En caso de conducir a la muerte es necesaria una postura de condena y resistencia, en caso de parto doloroso es preciso una actitud mayéutica (la de las parteras) para ayudar a que nazca una sociedad nueva.

Pero aunque un proceso histórico de momento fracase y aborte, el Espíritu sin duda volverá a suscitar en el futuro otros procesos de cambio en la línea del Reino, caminando hacia la escatología, hacia la tierra nueva y el cielo nuevo. Hemos de discernir pero no extinguir el Espíritu.

jueves, 9 de septiembre de 2010

VOLVER A SENTIRTE BIEN (autor anónimo)

Volver a Sentirte Bien
Los seres humanos tenemos la capacidad de volver al balance, después de haber permanecido en cualquiera de los extremos del camino. No importa cuánto tiempo hayamos pasado fuera del centro... Siempre podemos volver a entrar en ritmo con nosotros mismos, para recuperar nuestro bienestar. Tenemos la tendencia aprendida, a permanecer más conectados a los momentos difíciles de la vida. Es así, como extendemos el malestar, por más tiempo del que requerimos para superarlos. Hagamos juntos una reflexión: ¿Te sería mucho más fácil vivir en armonía si estuvieses lejos de la ciudad? Si no tuvieras tantas cuentas por pagar? Si pudieras vivir para ti y para los tuyos sin tener que complacer o impresionar a otros?. Vivimos en la vorágine de las ciudades y aun así, es posible aprender algunos ritos para recuperar el equilibrio, al mismo tiempo que lidiamos con las situaciones y los problemas de cada día. No podemos olvidar que el sentirnos bien, depende de cada uno de nosotros. Es muy importante mantener una actitud positiva y recordar que los acontecimientos no dependen sólo de nosotros y que las cosas no siempre cambian en el sentido que deseamos.

Recibe cada día con una sonrisa. Coloca tu reloj despertador 15 minutos antes de la hora acostumbrada, para que te levantes sin la sensación de no tener tiempo para estirarte un poco, para dar gracias por un nuevo día, para intercambiar caricias y frases amables con tus seres queridos, para tomar una ducha un poco más larga que de costumbre, y renovar con ella tu entusiasmo y tu sonrisa.

Perdona a tus enemigos. Mientras guardes el recuerdo de lo que te hicieron... te mantienes preso y afectado por ese suceso. Cierra los ojos, recuerda la imagen de la persona, cuéntale mentalmente sobre tu malestar y sobre lo que esperabas que sucediera... Al final dile que le perdonas e imagina que sonríe. Repítelo cuantas veces sea necesario para dejarlo en el pasado y sentirte libre de él.

Lucha por pequeñas cosas que quieres. Aunque muchas veces te parezca que no es tan importante elegir la película que quieres ver, o decidir con quién y adónde vas a salir o qué quieres comer en el momento en que alguien te pregunte... Quiero decirte que muchas veces los placeres pequeños son la sal de la vida. Evita decir frases como: ¡Lo que te parezca mejor!, ¡Me da igual, donde ustedes quieran!, en su lugar aprende a expresar tus gustos y preferencias.

No pienses tanto. Vamos, no pienses tanto las cosas... planea y actúa. Recuerda que mientras más vueltas le das en la cabeza a una idea o a una situación, más se extiende el dolor o la confusión. Además, al final quedarás paralizado y sin saber cuál es la decisión correcta. Distrae tu mente, lee un buen libro, escucha música, no dejes que tu cabeza se llene de preocupaciones.

Disfruta de tus seres queridos. No permitas que las obligaciones y las preocupaciones te hagan perder de vista el regalo de compartir momentos de calidad y disfrute con tus seres queridos. Puede ser: La preparación de los alimentos, la lectura de un libro, un par de horas viendo una película, regar el jardín, un paseo al aire libre. Lo importante es el contacto y el amor.

Termina con las relaciones negativas. Muchas veces ocurre que mantienes relaciones con personas que no te aportan nada positivo o constructivo y que sólo te amargan la vida. Llénate de valor y afronta el conflicto que puede haber entre ustedes y dale una solución. Aléjate de aquellas personas que te inducen a atentar contra tu salud, tu bienestar o tu dignidad.

Planea momentos para angustiarte. Aunque te parezca tonto, planifica un momento al día o a la semana para preocuparte. Recuerda, cada vez que las preocupaciones lleguen a tu mente, dite a ti mismo me voy a preocupar por eso el día tal, a tal hora... Durante el tiempo que planificaste para preocuparte, llora, vive tu duelo y luego vuelve a tu actividad normal. Veraz como poco a poco la ansiedad va desapareciendo. Así te será más fácil enfrentarlas y darles solución.

Alimenta el cuerpo y el alma. Una buena alimentación es una de las bases para el bienestar físico y psíquico. Escucha tu cuerpo y cuídalo. Lee libros con mensajes reconfortantes y positivos, practica la oración y la meditación. Conéctate a todo aquello que te estimule a nutrir tu fuerza espiritual.

Visualiza aquello que deseas. Piensa en una meta que desees alcanzar. Cierra los ojos y respira profundo un par de veces para aquietarte. Luego durante unos minutos crea la imagen mental de la meta que quieres alcanzar, imagina que la obtienes. Al final da las gracias como si ya la hubieras alcanzado.

lunes, 31 de mayo de 2010

LA MISIÓN DE SUPERIOR PROVINCIAL

“Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo: ¿Comprenden lo que he hecho con ustedes? Ustedes me llaman "el Maestro" y "el Señor", y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros.
Porque les he dado ejemplo, para que también ustedes hagan como yo he hecho con ustedes. «En verdad, en verdad les digo: no es más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que le envía. «Sabiendo esto, dichosos serán si lo cumplen” (Juan 13, 12-17)

PARA QUÉ EXISTE EL SUPERIOR


Del documento “EL SERVICIO DE LA AUTORIDAD Y LA OBEDIENCIA” de la CONGREGACIÓN PARA LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA Y LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA
12. En la vida consagrada, cada uno debe buscar con sinceridad la voluntad del Padre, porque, de otra forma, perdería sentido este género de vida. Pero es de gran importancia que esa búsqueda se haga en unión con los hermanos y hermanas; esto es justamente lo que une y hace familia unida a Cristo.

La autoridad está al servicio de esta búsqueda, para que se lleve a cabo en sinceridad y verdad. En la homilía de inicio de su ministerio petrino, Benedicto XVI hizo esta afirmación significativa: «Mi verdadero programa de gobierno es no hacer mi voluntad o seguir mis propias ideas, sino ponerme a la escucha, junto con toda la Iglesia, de la palabra y la voluntad del Señor y dejarme guiar por Él, de manera que sea Él quien guíe a la Iglesia en este momento de nuestra historia».24 Por otro lado, hay que reconocer que la tarea de guiar a los demás no es fácil, sobre todo cuando el sentido de la autonomía personal es excesivo o conflictual y competitivo frente a los demás. Por eso es necesario, por parte de todos, agudizar la mirada de fe ante dicho cometido, que debe inspirarse en la actitud de Jesús siervo que lava los pies de sus apóstoles para que tengan parte en su vida y en su amor (cf. Jn 13, 1-17).
Es preciso una gran coherencia por parte de quienes guían los Institutos, las provincias (u otras circunscripciones del Instituto) o las comunidades. La persona llamada a ejercer la autoridad debe saber que sólo podrá hacerlo si ella emprende aquella peregrinación que lleva a buscar con intensidad y rectitud la voluntad de Dios. Vale para ella el consejo que san Ignacio de Antioquía daba a un obispo: «Nada se haga sin tu conocimiento, ni tú tampoco hagas nada sin contar con Dios».25 La autoridad debe obrar de forma que los hermanos o hermanas se den cuenta de que ella, cuando manda, lo hace sólo por obedecer a Dios.
La veneración por la voluntad de Dios mantiene a la autoridad en un estado de humilde búsqueda, para hacer que su obrar sea lo más conforme posible con la divina voluntad. San Agustín recuerda que el que obedece cumple siempre la voluntad de Dios, no porque la orden de la autoridad sea siempre conforme con la voluntad de Dios, sino porque es voluntad de Dios que se obedezca a quien preside.26 Ahora bien, la autoridad, por su parte, ha de buscar asiduamente y con ayuda de la oración y la reflexión, junto con el consejo de otros, lo que Dios quiere de verdad. En caso contrario, el superior o la superiora, más que representar a Dios, se arriesga temerariamente a ponerse en lugar de Él.
En el intento de hacer la voluntad de Dios, autoridad y obediencia no son, pues, dos realidades distintas ni muchos menos contrapuestas. Son dos dimensiones de la misma realidad evangélica, del mismo misterio cristiano; dos modos complementarios de participar de la misma oblación de Cristo. Autoridad y obediencia están personificadas en Jesús. Por eso han de ser entendidas en relación directa con Él y en configuración real con Él. La vida consagrada intenta simplemente vivir Su Autoridad y Su Obediencia.

martes, 9 de febrero de 2010

LA BIBLIA Y SU LENGUAJE SIMBOLICO

P. Gregorio Iriarte o.m.i.


1.- Los símbolos y las metáforas en la Biblia
El “lenguaje simbólico” está presente en toda la literatura universal, sobre todo a través de los cuentos, las fábulas, las novelas, las parábolas, las historietas…En la actualidad lo percibimos en las telenovelas y en tantos otros programas radiofónicos y televisivos.
El problema interpretativo surge cuando a ese lenguaje simbólico y figurado se le pretende dar una interpretación literalista o histórica.
Es ésta, sin duda, la actitud más arraigada en nuestro pueblo y la más empobrecedora del profundo mensaje bíblico.
El lenguaje bíblico está lleno de símbolos y metáforas. Jesús recurrió ese tipo de comunicación a través, sobre todo de las parábolas. Es lo que se denomina actualmente con la expresión “teología narrativa” que es mucho más accesible al pueblo sencillo.
Jesús recurre al lenguaje simbólico constantemente : el Reino de Dios es como una “semilla”, como el “fermento”, como la “mostaza”, como una “boda”, como un “ banquete”…etc
El apóstol Pedro era pescador, ese era su oficio y Jesús recurre al lenguaje simbólico para indicarle su misión : serás “pescador de hombres”. El apóstol se llamaba “Pedro” y Jesús recurre nuevamente al símbolo: tú te llamarás “piedra” ( fundamento de la Iglesia.)
Si no tenemos presente en la interpretación de la Biblia el sentido simbólico, no comprenderemos su verdadero mensaje.
El soldado romano con una lanza atraviesa el costado de Jesús en la cruz. Ese es el hecho real. El anciano Simeón le dice a la Virgen María que “una espada atravesará su corazón. Esa “espada” es simbólica, es metáfora.
El Génesis nos cuenta que Dios “formó” al primer hombre, con “barro”, con “ arcilla”,y que lo “sopló” dándole “aliento de vida”. Nos dice también que Dios “formó” a Eva con la “costilla de Adán” y que ellos “desobedecieron” “comiendo” la “fruta prohibida”, …etc.
Podemos percibir que es constante el lenguaje metafórico.
La Biblia narra, con muchos detalles, la tragedia del Diluvio Universal, el asesinato de Abel, la confusión de los pueblos en la construcción de la Torre de Babel….
Son relatos metafóricos que encierran un mensaje real y aleccionador para todos los creyentes, pero, para captarlo, hay que superar la interpretación literal, que se limita a tomarlo todo “al pie de la letra”. Eso le quita al texto sagrado toda su profundidad y su verdadero sentido transformador y liberador.
Ante estos conocidos episodios de la Biblia muchos de los sencillos lectores de la Biblia reaccionan igual que aquel niño que, al escuchar a su maestra el cuento de “Caperucita Roja”, le dijo, todo sorprendido, : “Profesora, los lobos no hablan. Ningún animal habla.” La maestra trató de explicarle que era un cuento y que el lenguaje en los cuentos y en la fábulas es simbólico y que, por lo tanto, no había que tomarlo al pie de la letra. “En los cuentos, añadió la maestra,, es la imaginación la que habla…..

2.- El lenguaje simbólico en el Génesis
Probablemente, ese niño no entendió la explicación de su maestra. Es lo mismo que pasa como muchos lectores de la Biblia: se empeñan de interpretarlo todo en forma literal. Lamentablemente, eso es lo que les enseñaron algunos improvisados catequistas o desinformados profesores de religión. Lo peor es que estas falsas interpretaciones han tergiversado y empobrecido totalmente el mensaje bíblico, reduciéndolo a intranscendentes “historietas”. Símbolos como el barro, el soplo, la costilla, la manzana, la serpiente…. han sido explicados, muchas veces, en términos literalistas, privándoles de su profundo sentido metafórico.
Debemos hacer un esfuerzo para superar la literalidad que ha estado tan presente en nuestras catequesis. Eso ha infantilizado el relato y le ha privado de la gran riqueza que contiene para alimentar y fortalecer nuestra fe.
Los antiguos mitos en los que se inspiran algunos pasajes de la Biblia no son acontecimientos que históricos. Son leyendas, cuentos, fábulas…. que expresaban la riqueza literaria de esos pueblos. Algunos tenían una finalidad moralizadora y otros un objetivo socio-político. Todos esos mitos sirvieron para orientar, dar ánimos y crear coherencia y unidad en el pueblo.
Gran parte de los relatos del Génesis tienen su inspiración primaria en algunos de los mitos mesopotámicos, sin embargo, los escritores sagrados los enriquecieron con importantes aportes.
Por otro lado, debemos tener presente que en la elaboración del texto, los escritores sagrados se sirvieron para su redacción de tres grandes fuentes de inspiración, distintas en sí: la fuente “Yahvista”(J), la fuente “Elohista”(E) y la fuente “Sacerdotal” (P).
Una catequesis equivocada ha convertido a estos grandes relatos del Génesis, en pequeñas historias que entusiasman a la imaginación infantil. Esto ha logrado infantilizar los relatos, privándoles de toda su riqueza original, no llegando, por lo mismo, a alimentar la fe de nuestro pueblo, empobreciendo totalmente el mensaje bíblico.
Por otro lado, debemos tener siempre presente que la finalidad de la Biblia no es el ofrecernos datos o conocimientos científicos sobre astronomía o sobre la creación del mundo. Su objetivo es eminentemente religioso.

3.- Los grandes temas del Génesis y sus tergiversaciones
Comencemos analizando algunos de los pasajes más conocidos del libro del Génesis que con tanta frecuencia han sufrido graves deformaciones interpretativas.
El Génesis es el primer libro de la Biblia y en él se desarrollan temas de gran trascendencia como el origen del mundo, el origen de mal, el origen de las culturas, la dispersión de los pueblos..… etc.
A lo largo del Génesis Dios aparece como el verdadero protagonista. Muchas veces actúa al modo de un ser humano, pero su soberanía está siempre presente. Esa presencia de Dios en el Génesis es misteriosa y imprevisible. A través de su Palabra que establece el contacto decisivo con el ser humano interpelándolo, pero respetando siempre su libertad.
El relato de la creación, desarrollado en el capítulo primero, está inspirado en una concepción cosmológica primitiva. Los seis días de la creación del mundo se deben entender como largos espacios de tiempo indefinido. Es un poema religioso, con estrofas y con estribillos, lleno, todo él, de poesía.
Dios se nos presenta como creador, legislador y sancionador. Él es el protagonista de la historia, pero, a la vez, crea al ser humano y al pueblo elegido como agentes responsables y como sujetos de su profundo amor. Lo advierte claramente el Deuteronomio: “Si el Señor se enamoró de ustedes y los eligió… fue por puro amor” (Dt. 7,7)
El Génesis nos dice que Dios hizo al hombre de barro. El barro y la arcilla son símbolos de la nuestra fragilidad y de todas nuestras limitaciones como seres humanos.
Dios aparece como un alfarero que da forma y que da vida a ese barro.
Dice el texto que Dios “sopló” sobre él, le dio “aliento”. La simbología es clara: nos enseña que esa estatua de barro se convierte, por la acción de Dios, en un ser racional, espiritual y con alma inmortal.
El mito nos cuenta que Dios, durante el sueño, le extrajo a Adán una costilla para formar con ella a la mujer. La idea central de este pasaje es de gran importancia: el hombre y la mujer son la misma carne, y, por lo tanto, seres plenamente iguales.
Esa igualdad la encontramos remarcada en el versículo siguiente (Gn. 1,26) en el que Dios, con tono solemne, dice: “Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza… y Dios los creó a su imagen; varón y mujer los creó” ( Gn. 1. 26 y 27).
En el capítulo siguiente (2,1-3) se nos informa que :“Para el día séptimo había concluido Dios toda su tarea y descansó el día séptimo de toda su tarea; y bendijo Dios el día séptimo y lo consagró”
El mensaje es claro: tiene que haber un tiempo de descanso para todos.
En este pasaje, como en otros muchos, Dios asume unas actitudes y un lenguaje humano como si después de mucho trabajo estuviera cansado y necesitado de descanso. Dios quiere que no estemos obsesionados por el trabajo, por las ganancias….Es necesario que haya espacios de tiempo para las relaciones con los demás y para el crecimiento interior de cada uno de nosotros.
Es evidente que el autor del Génesis se sirve de metáforas y símbolos tomados, sobre todo, de la vida rural, como el barro, el sueño, la fruta prohibida, el árbol, la serpiente, el río….. El mensaje global que se nos quiere dar a través de los distintos episodios del Génesis es que las causas del mal en el mundo están relacionadas con la mala conducta de los seres humanos.

4.- El Paraíso Terrenal
Dicen los investigadores que gran parte del relato acerca del Paraíso y de la creación de la primera pareja humana está construido sobre un antiquísimo mito mesopotámico.
La riqueza de este pasaje ha sido, con mucha frecuencia, desvirtuada, ya que se lo ha interpretado como si Dios hubiera creado a nuestros primeros padres en estado de inocencia pura.
Según esa errónea concepción, el hombre y la mujer, antes del pecado, eran seres perfectos, salidos de las manos de Dios, pero, que, a causa de su desobediencia al comer la fruta prohibida, perdieron ese estado de pureza original. Pero, lo que es peor, ese estado perfecto lo habrían perdido, no solamente para ellos, sino para toda su descendencia humana. Por lo tanto, todas las personas en el mundo nacerán con un pecado: el pecado original.
Según esta equivocada interpretación, Dios tenía en sus planes un proyecto de vida perfecto para toda la humanidad, pero Adán y Eva lo echaron a perder al trasgredir la orden divina.
Las consecuencias que se han derivado de esta falsa interpretación han sido muchas y muy negativas: al bautismo se le ha dado un sentido meramente absolutorio del pecado original, se ha impuesto la obligación de bautizar, lo antes posible, a los niños, desplazando a la formación primitiva catecumenal, se llegó a “inventar” la existencia del “limbo” para no condenar al castigo infernal a los inocentes que morían sin el bautismo….
La insistencia en el pecado original desarrolló en el pueblo cristiano una mentalidad pesimista ya que se concibe al hombre marcado, desde su origen, no por la gracia, sino por el pecado.
La mujer aparece, según esa interpretación literalista, como tentadora del hombre y como instrumento de pecado y al hombre se lo presenta como un ser estúpido, sin voluntad….
Esa equivocada concepción se ha ido superando, sobre todo a partir del Concilio Vat. II, pero podemos constatar que es la que todavía predomina en nuestro pueblo y aún en muchos sacerdotes.
El pecado original no se debe interpretar como un pecado personal sino como expresión de nuestra condición humana débil y pecadora. No es, por lo tanto, un acto de cada ser humano, sino su propia condición de permanente y total fragilidad moral. El bautismo no nos libera de nuestra condición pecadora.
Todos somos pecadores y el pecado es algo inherente a nuestra naturaleza humana, pero no es una lacra derivada de la concepción carnal.
Es un error también el identificar a la serpiente con el diablo, como se ha dicho tantas veces.
Igualmente, hay que rechazar la idea de que el pecado de nuestros primeros padres fue de índole sexual. La fruta prohibida es la imagen gráfica de todas nuestras tentaciones y de nuestras permanentes inclinaciones hacia el mal.
El pasaje del Paraíso y del castigo d Adán y Eva es, en su conjunto, un oráculo, tal y como lo utilizaban los profetas, compuesto por cuatro elementos : un juez, un reo que puede ser una persona o una institución, un delito que da origen al juicio y una sentencia o castigo.
Por lo general, el oráculo profético no inventa castigos nuevos sino que aprovecha los males o las catástrofes naturales y las interpreta como reprimenda de Dios. Lo vemos esto en la sentencia de Dios que está limitada a los trabajos y a las penalidades propias de nuestra condición humana.
Quienes interpretan el pasaje como si fuera una narración de acontecimientos históricos es normal que queden totalmente desconcertados. Por ejemplo, el texto dice que Dios “tomó descanso”, que “modeló al hombre con arcilla”, que “sopló en su nariz”, que “pregunta por lo que ha pasado”, que “se paseaba por el jardín tomando el fresco…”
Si interpretamos la Biblia “al pie de la letra” nos encontraremos totalmente desubicados, sin llegar a captar las enseñanzas concretas del mensaje bíblico.
“El árbol de la ciencia del bien y del mal” viene a ser la imagen gráfica de la tentación de poner al ser humano como centro de todo, relegando la acción de Dios. El mensaje es claro: el mal en el mundo nace de la decisión libre de los hombres, pero el ser humano se autodestruye cuando pierde de vista a Dios que es esencialmente liberador.


5.- Caín y Abel
El relato de Caín-Abel con su lenguaje simbólico era usado por los sabios de Israel para hacer entender al pueblo cómo el egoísmo humano, disfrazado de muchas formas es, en definitiva, el responsable de los grandes males en la humanidad.
La narración no solamente va a denunciar y condenar a Caín como asesino de su hermano, sino también a su descendencia maldita, a la “estirpe de Caín”, a todas aquellas personas y grupos de poder causantes de guerras, injusticias, genocidios, opresiones, explotación… que han sido a lo largo de la historia verdaderos “asesinos” de sus hermanos.
La cantidad de cientos de años que se les asigna a los principales patriarcas es una manera de cuantificar la calidad de la vida de esas venerables personas y su adhesión a los planes divinos.

6.- El Diluvio
En el capítulo 6 del Génesis nos encontramos con la antigua leyenda referente a la existencia de “una raza especial de hombres gigantes descendientes de seres celestiales.”(Gn 6, 1-8)
El texto analiza críticamente el comportamiento totalmente delictivo de esos “gigantes”, con consecuencias muy graves para todos. El autor bíblico se sirve del relato para describir un flagelo que sufrió el pueblo: la prostitución.
Esta anécdota sirve de introducción a lo que se describirá como “El Diluvio y la vida de Noé y su familia.” El autor sagrado se sirve de muchas imágenes cargadas de simbolismos. La denominada “Fuente Sacerdotal (P) le dio a este mito la redacción final que ha llegado hasta nosotros. Su moraleja es clara: existe una total responsabilidad del ser humano en los males que afligen a de la humanidad.
En el fondo, muchos exegetas ven una crítica al pueblo de Israel que ha “naufragado” en su vocación de servicio a la justicia y a la vida como pueblo elegido. Si nos ubicamos en el punto de vista del escritor sagrado y en el contexto socio-histórico y religioso de ese tiempo, percibiremos ese mensaje tan urgente y necesario ahora como en los tiempos de Noé.
La veracidad histórica del Diluvio, que tanto ha suscitado a la imaginación y la curiosidad, no es la finalidad del relato. El Diluvio debe ser conceptuado como un gran mito con una importante lección para todos: Si hacemos el mal nos destruimos a nosotros, a nuestros hermanos y a la naturaleza. Dios quiere salvar a las personas, a los animales y a toda la creación. Debemos desarrollar en nosotros actitudes de defensa del medio ambiente y de protección a la “Madre Tierra”.

7.- La Torre de Babel
Se nos dan algunas claves para comprender la existencia del mal en el mundo: Las peores son el egoísmo y en el buscar únicamente los propios intereses.
Los ambiciosos se asocian formando grupos de poder para excluir y dominar a los más débiles. El relato cuestiona el papel de las estructuras políticas y religiosas de ese tiempo.
Una interpretación simplista insistió que este pasaje explica el origen de la diversidad de los pueblos, y que esa diversidad de culturas y lenguas era un castigo de Dios.
En realidad, el texto es más profundo de lo que parece: Condena la dominación impuesta por los reyes, el emperador y los grupos de poder que querían ver a todo el pueblo sometido a su voluntad y a su servicio.
Dios se presenta en el relato como opuesto a todas las prácticas dominadoras e imperialistas.
El Señor desciende del Cielo no para unirse al poder opresor, sino para destruirlo. Destruye la Torre y libera a los pueblos del sometimiento y la servidumbre. No se trata pues de un castigo sino de un acto liberador de Dios.
Desde la correcta interpretación de esta historia, el creyente de hoy puede encontrar en ella la herramienta apropiada para leer críticamente la realidad político-religiosa en que vivimos actualmente.
Desde hace algunos años el mundo camina hacia la globalización pero ¿se trata de un proyecto que beneficia a todos los pueblos por igual..? ¿Qué papel están jugando en este proceso las estructuras económicas y políticas? ¿A quienes están favoreciendo….?
Este relato de la Biblia, como otros muchos, nos debería servir para enjuiciar desde la Palabra de Dios a la globalización y a tantas otras injusticias que vive nuestro mundo.

Cochabamba. Febrero, 2010.

martes, 26 de enero de 2010


De la autosuficiencia a la mirada del crucificado:
Unos mínimos bíblicos para el sacerdocio

P. Arturo Moscoso, sj.

INTRODUCCIÓN

La vivencia del sacerdocio, al modo de Jesús, está en haber experimentado la carencia in­terior, la flaqueza o la debilidad humana. Pues el sacerdote que haya sido probado en estas circunstancias podrá ayudar a los que se vean probados.
Se debe asumir como de vital importancia la com­prensión de la vocación sacerdotal unida a la expe­riencia de la debilidad humana. Este punto es tan definitivo que representa, a mi modo de ver, la señal del carácter e índole de la vinculación con Jesús po­bre y humillado.
PUNTO DE PARTIDA
Es muy propio que la vida del sacerdote se plantee a partir de algunos sentimientos que resuenan de manera muy convincente, como el ser fuerte en las adversidades, fuerte ante el dolor, fuerte ante la an­gustia o el tener éxito, lograr objetivos, triunfar en la vida y sobre todo, la eficacia: que sea capaz de conseguir resultados concretos y hasta medibles
[1]. Todo lo anterior como sinónimo de fortaleza, de templanza; en definitiva, como sinó­nimo de madurez. Cuántas veces se da por bueno, sin más, el que los demás estimen las aptitudes de un individuo y, como conse­cuencia, lo califiquen como buen candidato o buen formando de ca­ra al sacerdocio. Cuántas veces ha resonado en los oídos de un se­minarista, por ejemplo, como una confirmación de su vocación el que le tengan como bueno, piadoso, trabajador y apostólico. Un sin fin de cualidades que le hacen sentir que está y es apto para la vo­cación sacerdotal.
Sin embargo, otra parece ser la experiencia del sacerdote, conforme los años le van transcurriendo, pues en ellos se va topando con que muchas cosas deseadas no se han realizado ni las ha podido lograr; que las expectativas de otros no las ha podido satisfacer. Al contra­rio, se ha ido ahondando la experiencia de impotencia y la conse­cuente sensación de incertidumbre. No fue ni es menos extraña, pa­ra el sacerdote, la experiencia de la disminución, de la pequeñez en medio del fracaso. Las veces en las que han quedado en evidencia las muchas incoherencias entre su querer y sus acciones diarias.
De ahí que el sacerdote va reflexionando sobre qué distinto hubie­ra sido si hubiese estado seguro, (si es así como se lo querían hacer entender), de que también era estimado como apto por tener y ex­presar una suficiente debilidad y temor interior para sentirse mira­do por Jesucristo humillado. ¿Cómo hubiera sido si la condición para ser considerado idóneo hubiese dependido de sus fallas y erro­res como condición suficiente para entender las fallas y errores de los demás?
[2] Dicho de una manera más sencilla, que el hecho de cometer errores era suficiente condición para sentirse pecador. Pa­ra que suene sapiencialmente, que consta que logra sentirse sufi­cientemente ahogado, perdido, desarmado ante situaciones medianamente grandes como para ser capaz de entender el miedo, la caí­da, la oscuridad, la incertidumbre de los otros.
Por algo de lo dicho hasta aquí, o por otros ejemplos, parece que el sentido del sacerdocio ha ido en dirección contraria a la que el pro­pio Jesús mostró con su vida. Por eso no es de extrañar que, en general, el sacerdote, se empeñe en ocultar su flaqueza, pues sería tenido por "débil", y tal condición amenaza a la imagen sacerdotal. No es extraño seguramente, pues ejemplos sobran no sólo en la vi­da sacerdotal. El hecho de ser puesto en cuestión el individuo que haya dado muestras de debilidad, y no se diga de quienes hayan caído en faltas, consecuencia de sus debilidades. Y más duro aún, que ante la debilidad del sacerdote, puesta en evidencia, rápida­mente se deduce, como único camino posible, el iniciar un proceso de discernimiento que permita re-pensar la vocación.
¿Habría entonces una fundamentación bíblica para no excluir o se­ñalar a los candidatos que muestran en su vida la debilidad? Vea­mos, tomando como base algunos textos bíblicos.
1. La vida de Pedro
Lo primero que conviene abordar es la experiencia de un discípulo a quien Jesús evidentemente "ordena" y le encarga ser pastor, lue­go de una profunda experiencia de muerte de sí mismo:
"Conque, cuando almorzaron, dice Jesús a Simón Pedro: 'Si­món, [hijo] de Juan, ¿me amas más que estos? 'Le dice: 'Si, Se­ñor, tú sabes que te quiero'. Le dice: 'Cuida mis corderos'. Le vuelve a decir por segunda vez: Simón, [hijo] de Juan, ¿me amas?'. Le dice: Si, Señor, tú sabes que te quiero'. Le dice: Pastorea mis ovejas'. Le dice por tercera vez: Simón, [hijo] de Juan, ¿me amas?'. Pedro se entristeció porque le había dicho por tercera vez [...]. Le dice: 'Cuida mis ovejas'" (Jn 21, 15-1 7).
Este diálogo entre Jesús y Pedro es un acto de seducción en el que Jesús toma la iniciativa y Pedro, luego de alcanzar captar, discer­nir, intuir el porqué de la pregunta tres veces formulada, logra ha­cer memoria y se aproxima a Jesús desde su debilidad de pecador, del que se reconoce débil. Pedro se siente atraído por Jesús a una nueva realidad, diferente y radical. Jesús ofrece a Pedro la trans­formación de su experiencia: el paso de la autosuficiencia a la debi­lidad se hace fuerza y le pide que sea comunicada, transmitida, y contagiada a los demás. Para poder comprender este ofrecimiento y la nueva disposición de Pedro, es necesario volver hacia la géne­sis de la relación entre Jesús y Pedro, para descubrir cómo la expe­riencia de fracaso, de derrota, de dolor y de amargura, que a prime­ra vista aparecieron en el corazón de Pedro como limitantes e inclu­so destructivos, se convirtieron, por la expresividad de los ojos y de la voz de Jesús, en hecho portador de gracia.
Pedro desde su autosuficiencia
Marcos, con el pasaje de la cena pascual y la institución de la Eu­caristía, prepara el contexto previo al "anuncio de las defecciones" de Pedro.
Cuando Jesús se encontraba anticipando las consecuencias que so­brevendrían en medio de la pasión, aparecen la indignación y la au­tosuficiencia de Pedro.
"Y cuando cantaron los himnos salieron al monte de los Olivos. Y les dice Jesús: Todos daréis un mal paso, porque está escri­to: Heriré al Pastor y se dispersarán las ovejas'. [...] Pedro le dijo: 'aunque todos den un mal paso, yo no” (Mc 14,26-29).
En la respuesta de Pedro, dada la celebración de la eucaristía y mo­mentos antes de dirigirse al huerto, podemos sentir y oír el eco de nuestras propias respuestas, repetidas incluso muchas veces. Pe­dro antes de la pasión, aunque haya escuchado a Jesús referirse a ella, manifiesta una autoconfianza de no dar un mal paso, lo cual, según él, lo diferenciaba y lo diferenciaría de los otros. Diferencia que delata un individualismo encubierto, un orgullo que le ciega, un afán de espectacularidad que revela, a su vez, el sutil deseo de fa­ma y heroísmo que Pedro tiene.
El resto de compañeros, que seguramente también fueron testigos de estas palabras, escuchó la advertencia que Jesús lanzó a Pedro: "te digo de verdad: hoy, esta noche, antes que cante [el] gallo dos ve­ces, tu me negarás tres" (Mc 14,30). Pedro no se detiene ahí, pues ni siquiera parece hacerle mella la exhortación expresada por Je­sús. Marcos retrata a un Pedro porfiado y exagerado (Mc 14,31) que en sus siete se atreve a asegurar: "Aunque tenga que morir con­tigo, de veras que no te negaré" (Ibíd.). ¿Qué tipo de sentimiento hay en Pedro que le lleva a expresar con tanta vehemencia y con­fianza estas palabras?
Quizás lo que importa en este artículo sea subrayar la autosuficien­cia mostrada por un hombre que, hasta entonces, no había com­prendido y entrado suficientemente en el misterio de la pasión. Es que Pedro, al reaccionar de ese modo arrogante, estaba simplemen­te manifestando sus miedos encubiertos. Pedro estaba poniendo de manifiesto sus miedos ante sus imperfecciones. Pedro estaba reve­lando su "parálisis", su flaqueza o debilidad ante el conflicto
[3].


Pedro desde la mirada del crucificado
Es posible imaginar que los discípulos hayan pasado luego por ex­periencias parecidas a las de Pedro ante el derrumbamiento de un proyecto, al menos del modo como fue diseñado en sus corazones. De hecho, todo esto se derrumba ante sus ojos y en su interior. En medio de la dispersión, cada cual parece haber tomado el camino de salida que pudo encontrar. Pedro tomó el suyo, y, a pesar de to­do, "[...] siguió [a Jesús] de lejos". Este seguimiento, aunque haya sido "de lejos", era seguimiento
[4].
Pedro se mantenía a distancia y era, a pesar de todo, testigo de la patraña, del falso testimonio y de la sentencia criminal de los que acusaban a Jesús. Si Pedro no hubiese estado de algún modo "cer­ca", no habría "capturado" la mirada de Jesús: "Y al instante, cuan­do todavía él estaba hablando, cantó el gallo. Volviéndose el Señor, miró a Pedro" (Lc 22,60-61)
[5]. Es aquí cuando se da un vuelco en la vida de Pedro. La mirada de Jesús le permite regresar al momen­to en el que Jesús le advirtió: "Antes que cante el gallo, hoy me ne­garás tres veces" (Lc 22,61). Lucas se encarga de expresar este re­cuerdo. Pero, hay algo más que no es posible expresar en una fra­se o enunciado. Lucas se atiene a decir que Pedro "saliendo afuera lloró amargamente" (Lc 22,62).
Pedro se topa con la cruz de sus limitaciones, de su fracaso, de su pecado, de su mediocridad. Lo que había deseado y esperado no lo­graba realizarlo, no lo habría de hacer. Pedro, ahora sin tener que porfiar y exagerar, se siente aprisionado en medio de la oscuridad, y experimenta la impotencia en medio de la noche. ¿Habrá sido a esta oscuridad a la que hacía referencia Jesús cuando le dijo: "te di­go de verdad: hoy, esta noche [...], tu me negarás"?
Es cierto que Pedro se abraza con su cruz; pero también lo hace con el crucificado. La mirada de Jesús le permitió a Pedro ver y verse, comprender y comprenderse. La mirada de Jesús lo terminó de de­sarmar, pues se sintió no acusado, sino profundamente amado. Por eso, desde ahí, pudo sentirse "suficientemente" débil para seguir a Jesucristo. La mirada de Jesús le dio la gracia de saberse suficien­temente hombre de errores, de manera que empezó a percibir que era un ser humano de a pie, un discípulo más, un mortal como to­dos. Esa noche, su oscuridad iluminada por la mirada de Jesús le permitió enfrentarse con la frustración que quería evitar, que se em­peñaba en vencer y, sobre todo, que se negaba a aceptar.
Es aún más significativo subrayar que, además de que Jesús haya mirado a Pedro, Pedro se haya sentido mirado por Jesús, y lo que en verdad vio en Jesús lo haya llevado finalmente a llorar amarga­mente. Lo que Pedro ha experimentado lo convierte. Primero que todo ve, en Jesús, el misterio del dolor, lo que en definitiva, como efecto de la gracia, le permite situarse ante Dios. No es que con eso haya logrado una respuesta. La impotencia y la amargura que ex­perimenta le posibilitan, a su vez, que Dios se le revele. Revelación que no sólo le permite comprender su situación de quebradura in­terior, sino, sobre todo, conocer a Dios en cuanto experimenta el do­lor de Jesús, su impotencia y su amargura. Esto es lo que quiso ex­presar Job, cuando dijo "de oídas sólo había sabido de Ti, más aho­ra te han visto mis ojos. ¡Por eso me retracto y arrepiento [...]!" (Job 42,5-6). Pedro, al igual que Job, antes de la pasión y la amargura conocía a Dios de oídas
[6]. En Jesús, en su fracaso, y en su dolor, pudo ver a Dios y, como gracia consecuente, verse a sí mismo. Para Pedro, llorar amargamente significó la expresión más elocuen­te de experimentar en profundidad su ser débil, su condición frágil, su vulnerabilidad. Desde ahí, Pedro ya no tenía necesidad de dis­frazar su flaqueza, su oscuridad, su angustia ante Jesús. Ya no era necesario. Pedro se derrumbó y cayó (verdadero gesto de ordena­ción, de consagración). ¿Qué otra cosa hacen los sacerdotes a la hora de consagrarse, sino postrarse? Quizás sirva todo este reco­rrido para vislumbrar aún más el significado del sacerdocio, tal co­mo Jesús lo hizo y quiso que se entendiese.
¿Quién es ese Jesús en quien Pedro conoció el misterio del dolor, lo que en definitiva, como efecto de la gracia, le permitió situarse ver­daderamente ante Dios y reconocerlo como tal?
2. Algunos rasgos de la experiencia sacerdotal de Jesús
Muchas veces se tiene la gracia de meditar, y, sobre todo, de con­templar la pasión de Cristo. Ante el sufrimiento, expresión de una debilidad, llama la atención la fuerza de las siguientes expresiones con las que el evangelista Marcos quiere describir la experiencia de Jesús, en el huerto de Getsemaní. Para unos, escandalosa, y para otros, tan significativa.
"Y se llevó con él a Pedro, a Santiago y a Juan, y empezó a sentirse horrorizado y abatido y les dijo: ‘Mi alma está llena de una tristeza mortal. Quedaos aquí y velad'. Y adelantándose un poco, se postró en tierra, y rezaba para que, si era posible, pasara de él aquella hora" (Mc 14,33-35).
Jesús buscó apoyo, fuerza, consuelo entre sus discípulos. Jesús ex­perimentó el horror, el dolor físico y el abatimiento. Con lágrimas y sudor de sangre dirigidos a quien podría salvarlo de morir, mani­festó su dependencia e incapacidad. Sólo se echa por tierra quien siente que las rodillas se le doblegan. Esto es lo que trasciende en el texto de los Hebreos:
"No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual a nosotros, excepto en el pecado (4, 15) y puede sentir compasión hacia los ignorantes y extraviados, por estar también envuelto en la fla­queza" (5,2).
Conviene no olvidar que Jesús instituye el sacerdocio precisamente en un contexto de pasión. Remitamos esta fundamentación al texto evangélico de la pasión según San Juan, pues desde ahí se com­prende el sentido profundo que Jesús quiso dar a su sacerdocio;
Un sacerdocio que se abaja, que bebe el cáliz y que vela
La opción de Jesús se concreta en estos pasajes. Celebrar la cena pascual no sólo representa para Jesús celebrar la vida de entrega hasta aquí vivida por él; sino, además de explicitar su decisión in­terior tomada desde que inicia su ministerio público, explicar su modo propio sacerdotal, parafraseando una expresión jesuítica.
La manera que Jesús tiene de mantenerse de pie, experimentando la debilidad, el abandono, queda sellada por una serie que ha que­dado impresa en la memoria de sus discípulos y que transcurre, más o menos, en este orden:
Lava los pies a sus amigos.
Cena con ellos.
Y reza, hasta el final.
Este modo de Jesús de "mantenerse en pie" trae consigo las siguien­tes consecuencias:
Poniéndose "a los pies de...":
Si Jesús, siendo el Señor y el maestro, ejerce su señorío abajándo­se; entonces, el sacerdote no tiene otro modo de ejercer su ministe­rio, sino poniéndose "a los pies de...", "desde abajo". El buen após­tol y discípulo que quiera seguir a Jesús como sacerdote, deberá ponerse a los pies de los demás en el servicio. El lavar los pies a otro y el dejárselos lavar suponen asumir en el corazón la gracia del ser­vicio desde la humildad, desde la sencillez. La gracia de lavar los enojos, las torpezas, las heridas personales, las condenas y juicios emitidos, las durezas del corazón y las hostilidades supone una de­bilidad y perdón compartidos. Rechazar lavar los pies a otros y negarse a ser lavado significan limitar la misericordia, la compasión y la bondad de Dios.
Beber el cáliz:
La cena representa la celebración de una vida que se entrega. El cuerpo quebrado, el pan partido, es la persona de Jesús y la san­gre, toda su vida. El apóstol o discípulo que se sienta llamado a vi­vir el sacerdocio al modo de Jesús tiene ante sí la pregunta: "¿be­beréis el cáliz que yo bebo?" (Mc 10,38). Jesús estuvo expuesto al sufrimiento desde que nació. El quebrarse, y el derramarse, aquí sacramentado, fue su modo sacerdotal de vivir. De esto nos pidió "hacer memoria
Mantenerse en vela:
Jesús pasa por el huerto. El sentido sacerdotal queda identificado con el orar, en medio del llanto, del quebranto, de la ambigüedad y el conflicto. Pasar por el huerto no sólo es experimentar la impo­tencia, la fragilidad, la desesperación, sino hacer vigilia. Jesús ne­cesitó velar para mantenerse de pie. Desde su debilidad se abrió a la gracia no sólo porque se le hacía intolerable para su humanidad, "Si es posible, que pase este Cáliz" (Mt 26,39); no sólo porque evi­denciaba, con profunda tristeza y soledad, la fragilidad y la peque­ñez de la condición del ser humano: "¿también ustedes quieren marcharse?" (Jn 6,67); ¿No han podido velar conmigo ni siquiera una hora?" (Mc 14,37); sino porque se abría al Misterio "Que no se haga mi voluntad sino la Tuya" (Lc 22,42), lo cual suponía una Re­lación y una entrega total de su libertad, de su vida. Y, que cons­te que el Señor, su Padre, no se manifestó como fuerza que lo libe­ró de la dificultad o de su propia debilidad; sino como ausencia, pa­radójicamente> llena. Hay que pasar con Jesús por el huerto.
Hasta aquí se ha venido hablando de la experiencia humana de la debilidad tanto de Pedro como de Jesús. Y cómo uno y otro se abrieron al Misterio y, siendo probados, asumieron, cada uno a su modo, el cáliz que les tocaba vivir.
No sería en vano dar un paso más e, inspirados por el texto de Emaús, diseñar un modo de ser sacerdotal propuesto, digamos así, por el propio Jesús de camino hacia Emaús.
Un sacerdocio que hace camino al andar:
La experiencia de los discípulos de Emaús es el itinerario que el sa­cerdote, por iniciativa de Dios, necesita pasar. En el texto de Lucas aparece un cierto itinerario de conversión que un sacerdote, acom­pañado por Jesús, necesita recorrer. Un sacerdote, como un discí­pulo más, necesita "ver a Dios".
Los discípulos expresan, ante la pregunta de Jesús, su primera dis­conformidad: "nosotros esperábamos" (Lc 24,21). Cuántas veces no han surgido en el interior de un sacerdote expresiones parecidas. ¿No está acaso un sacerdote llamado a curar enfermedades, a aliviar a los que sufren o, al menos, a que la gente le escuche, para que pueda presentar cosechas cuantiosas en la mies que Dios le ha en­comendado? Pues parece que la misión sacerdotal no va por aquí. Ante la expresión de los discípulos "nosotros esperábamos", Jesús les reprocha y les dice: "Oh ignorantes y torpes [...] ¿no tenía que sufrir esto el Mesías?" (Lc 24,25). Ahí están la ignorancia y la tor­peza sacerdotal: creer que el sacerdocio omite el sufrimiento y pre­supone espectacularidad, fama y heroísmo. Pues bien, para ser sa­cerdote es necesario sufrir. Esto supone, a su vez, hacer accesibles a los demás su propia fe, sus dudas, su desesperación. Los sacer­dotes no son los que curan y los que dan la vida; son personas pe­cadoras, débiles e indefensas. Asumir esta noción y aceptar que Je­sús recrimine suponen aceptar que Dios mismo es diferente, pues espera que se entienda que es necesario "sufrir".
Ahora bien, no se trata de un ejercicio de perfección o una meta a donde llegar. No es que uno se haga capaz de entender. Simple­mente que la vivencia del sufrimiento capacita en tanto convierte el corazón y consigue un cambio de mentalidad. Ninguna explicación del dolor satisface las ansias humanas de entender el porqué del sufrimiento, de la angustia, de la muerte. Sólo quien pasa por si­tuaciones de sufrimiento está "capacitado" suficientemente no para responder y dar una explicación sobre el dolor, sino para situarse auténticamente ante Dios y, de este modo, saber quién de veras es Dios. Esto es lo que el sacerdote de hoy necesita: entender, expe­rimentando su pequeñez ante el dolor, cuál es su puesto y quién verdaderamente es Dios.
El sacerdote necesita "ver a Dios". Es muy usual, infelizmente, que el sacerdote trasmita, hable, sermonee sobre Dios a quien conoce, en palabras de Job, "de oídas". Conocida es la historia de Job, que se enfrenta a Dios en una abierta rebeldía. Ninguna explicación del dolor ni consuelo alguno le satisface. Job exige la presencia de Dios, pues espera que Éste le explique el porqué del dolor, a quien le pide una explicación; este reclamo expresa literariamente el en­cuentro que tuvo con Dios en medio del sufrimiento. Por aquí de­be ir el oficio del sacerdote. Oficio que presupone de algún modo, a semejanza de la vida de Pedro o de Job, el encuentro con el mis­terio del dolor. Dolor que, a su vez, es revelación, pues permite comprender, como lo dijimos reiteradamente hasta aquí, la fragili­dad, la vulnerabilidad, la flaqueza del ser humano; ¿qué otra cosa sino su pequeñez
[7]?
El sacerdote que necesita ser dirigido y aconsejado:
"Y resulta que, aquel mismo día, dos de ellos iban de camino" (Lc 24,13). Importa reparar al menos en dos cosas. La primera que estos discípulos eran "dos de ellos", dos para que su historia sea considerada auténtica y, de ellos, para acentuar que formaban par­te de los considerados testigos de Jesús. La segunda, que los dis­cípulos conocidos como los de Emáús "iban de camino" de Jerusa­lén a Emaús. Esto significa que se alejan, como quien huye, de una revelación de Dios demasiado escandalosa e inaceptable: "Nosotros tenemos una ley, y según esta ley debe morir, porque se creyó Hijo de Dios" (Jn 19,7), de un proyecto que empezó entusiasmándoles y que terminó en el fracaso: "salvó a otros y no puede salvarse a sí mismo" (Mt 27,42) y, sobre todo, del verse comprometidos en medio del conflicto "Todos daréis un mal paso, porque está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas" (Mc 14,27). Parece que la in­tención era distanciarse de Jerusalén, de aquel lugar que se había constituido en el lugar de la manifestación definitiva de Dios. De hecho aconteció, pero no del modo como el corazón humano espe­raba; al contrario, lo que se había revelado fue un Dios ajusticiado y humillado.
"... e iban conversando entre ellos sobre todos esos acontecimien­tos" (Lc 24,14). Sobre todo, cómo Jesús, siendo un profeta podero­so de palabra y obra ante Dios y todo el pueblo, fue entregado a muerte y, lo crucificaron. Que fuera entregado y crucificado quizás sea susceptible de alguna explicación, más o menos, coherente; pe­ro que haya muerto y, en ese hecho, toda ilusión, toda esperanza ya es casi inadmisible, pues sencillamente el dolor es insoportable pa­ra el ser humano. Pero más inadmisible es la falta de respuesta, la carencia de explicación. Para los de Emaús más duro que el dolor de la muerte de Jesús, era percibirla, por eso andaban conversan­do y no precisamente llorando el sufrimiento de Jesús, como absur­do. Seguro que les resultaba incómoda la experiencia del dolor, pe­ro más escandalosa les resultaba la experiencia del sin sentido.
Ser sacerdote no significa ejercer el liderazgo desde el poder y el do­minio. Aunque sea llamado a ser pastor, guía, líder. Al contrario, se trata de ser dirigido y, por lo tanto, ejercer un liderazgo diferen­te, desde la ausencia de poder, desde la humildad.
Un sacerdote anónimo que camina en medio de la gente:
"Mientras [los discípulos de Emaús] conversaban y discutían, tam­bién Jesús, acercándose, caminaba con ellos" (Lc 24,15). Jesús se acercó, se aproximó, y se puso a caminar con ellos. Lo primero de todo, "acercándose, hay que caminar". Si aproximarse es ya un pa­so, el caminar es parte del asunto. No basta entonces con estar cer­ca, con aproximarse, pues se puede estar cerca de las personas có­modamente cercano como quien escucha sentado en su diván o en su oficina parroquial, o en su escritorio; es necesario caminar, y esto ya no parece tan fácil, pues requiere ir al paso de la gente, al rit­mo de su andar, ir por donde ellos caminan y, de algún modo, adop­tar su paso.
No creo que esto parezca novedoso, pues de un modo u otro se sa­be de esta interpretación. Conviene insistir en la presencia anóni­ma del resucitado, y de esto sacar las consecuencias: "Jesús, acer­cándose, caminaba con ellos, pero los ojos de ellos estaban incapa­citados para reconocerlo" (Lc 24, 15-16). El hecho de que los dis­cípulos no le hayan reconocido no creo que se haya debido a la re­ferida incapacidad de los discípulos; creo que hay una intenciona­lidad de Jesús. Jesús pasa de manera anónima. ¿Qué hay en es­to? Primero que todo, un llamado a contemplar la presencia de otro o de un Otro en los desconocidos que caminan por nuestros sende­ros y adoptan nuestros pasos. Que Jesús sea, y quiera ser, un anó­nimo no es extraño y sólo de este pasaje. Jesús aparece como un desconocido. Junto al lago de Tiberíades, "ninguno se atrevía a preguntarle: Tú ¿quién eres'?" (Jn 21,12). El primer día de la se­mana María Magdalena, que había quedado junto al sepulcro, se topa con la presencia anónima del resucitado. Juan lo expresa así: "Ella, creyendo que era el hortelano" (Jn 20,15). Pues bien, creo que aquí hay un llamado al anonimato entendido como un morir al re-conocimiento
[8]. Qué difícil se hace que el sacerdote no ponga su seguridad en el reconocimiento. Inclusive, socialmente hablando, es importante que lo reconozcan como sacerdote, y si para ello es necesario vestirse como tal, así se hará.
Llevar un distintivo que distinga a una persona como "sacerdote", del resto, es importante. Importa mucho decir quién soy, aun más si quien soy está por encima de todos y me permite, de todas todas, ser reconocido públicamente. Ser reconocido públicamente signifi­ca, además del afán ser re-conocido, la apetencia clara o disfraza­da de muestras de afecto y, no menos, de éxito y popularidad. Con lo cual, no acaba ahí este afán del re-conocimiento. Detrás de es­te afán está el artificio de la fachada, de la imagen que hay que ido­latrar; detrás de la que escondo el miedo de ser considerado alguien completamente irrelevante o, dicho de manera sapiencial popular, ser tenido como otro "hijo de vecino" más. Qué sutil tentación pa­ra el sacerdote que quiere ser honrado en lo que piensa, dice y ha­ce. Me parece que, en estos años, el sacerdote está llamado a ser alguien completamente irrelevante, viéndose a si mismo coma una persona con muy poca capacidad de impacto. El sacerdote debe en­frentarse, con sencillez, a una participación cada vez menor en es­te mundo, cada vez más secular. Aceptando, por otra parte, que los espacios que antes ocupaba, "gozando" de exclusividad, son, y de­ben ser, llenados por otros
[9].
El sacerdote que es reconocido en el partir el pan:
Entonces, ¿dónde está la vivencia auténtica del ser sacerdote? ¿Dónde está la posibilidad de vivir el ser sacerdote luego de "haber visto a Dios"?
El texto de Emaús, al que seguimos, cuenta lo siguiente: "Y entró a quedarse con ellos. Y se dio el caso de que, cuando estaba en la mesa con ellos, cogió el pan, rezó la bendición, [lo] partió y se lo da­ba. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron" (Lc 24,30).
Aquí está la posibilidad del verdadero reconocimiento del sacerdote, no precisamente por la parafernalia que lleva, que en algún caso fe­lizmente es auténtico. El sacerdote será reconocido sólo en el partir del pan. Jesús se entregó, eso representa el pan, su persona.
A manera de conclusión
El texto de hebreos "No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual a nosotros, excepto en el pecado (4, 15) y “puede sentir compasión ha­cia los ignorantes y extraviados, por estar también envuelto en la-fla­queza" (5,2)" ha de inspirar constantemente la vivencia y ejercicio del orden sacerdotal. Es cierto que todo bautizado está llamado a ejercer su sacerdocio, cuanto más aquellos que, por carisma y vo­cación, han sido llamados a postrarse sacramentalmente.
La experiencia de Pedro, el que su corazón haya pasado desde una autosuficiencia a un sentirse mirado por el crucificado, supone un acto profundo de "orden". Pedro conoció el misterio del dolor, lo que, en definitiva, como efecto de la gracia, le permitió situarse ver­daderamente ante Dios y reconocerlo como tal. El hecho sacramen­tal de la postración en el rito de ordenación de un presbítero, a ima­gen de Cristo "postrado", debe expresarse vitalmente, como fruto de la gracia, en el diario vivir del sacerdote.

[1] Existen expresiones muy frecuentes entre .sacerdotes .responsables de diversos ministerios; apostolados, trabajos, misiones: "¡Desde que estoy en esta parroquia hay más gente, hay más jóvenes!''; "En un programa radial tengo una audiencia brutal, enorme", "Ya llevo escritos tantos artículos"; "Soy solicitado en varios medio de prensa"; "Soy conocido en varios ambientes".
[2] Cf. BUCKLEY Michel J, porque lleno de debilidad o flaqueza humana... en Cuadernos de Espiritualidad, No. 62, julio -Agosto 1990, Santiago - Chile, 2-3.
[3] Sobre los sentimientos y las razones de Pedro no pretendo detenerme; pues lo que importa, al menos en la línea que propongo ir en este artículo, es subrayar el cambio de una actitud a otra, de una seguridad y determinación incluso exagerada a un sentimiento de impotencia y a una situación de quebranto.
[4] Así también lo remarca Lucas: "Después de prenderlo lo llevaron y lo metieron en la casa del sumo sacerdote. Pedro por su parte lo iba siguiendo de lejos" (22,54).
[5] Lucas es el único que trae este dato: "Volviéndose el Señor, miró a Pedro".
[6] Cf. BUSTOS José Ramón, cuando el dolor pone aprueba la fe, en Cuadernos de Espiritualidad NO 62, Julio -Agosto 1990, Santiago - Chile, 38-39.

[7] Es obvio que las anotaciones que me permito hacer no agotan ni expresan todo lo que es susceptible de ser abordado. Por lo tanto, trato simplemente de sumar algunas ideas según el objetivo de este artículo.

[8] Reconocimiento no sólo quiere decir ser re-conocido, sino el hecho de ser halagado, pues se es objeto de gratitud.
[9] En muchos actos de culto es cada vez mayor la participación de laicos, y esto es un buen signo. Muchas personas acuden más a psicólogos, consejeros matrimoniales en búsqueda de ayuda. Muchas labores de asistencia que eran competencia sólo de sacerdotes o gente religiosa, como colegios, centros de asistencia, son asumidas por gente civil.